Notas
Postales geselinas
Por Graciela Guardia (*).- Si vos me lo decías, jamás te creería. Que vendría una amenaza invisible, que podría llevarse no solo tu vida, sino la de quienes son tus seres queridos. Que para protegerte alcanzaría con cuestiones muy simples, a saber: lavarte las manos, no acercarte a cualquier persona a menos de 2 metros, higienizarte al llegar a tu casa, lavar esa ropa “de afuera” con agua caliente, esterilizar todo lo que traigas a tu casa con jabón, no salir a menos que fuese imperioso. Podrías cumplir cada una de estas recomendaciones, pero todas juntas…
Y si, todas juntas y casi en ese orden. Los chicos dejaron de ir a la escuela, los docentes ahora enseñan desde sus casas, el vendedor ambulante dejó de recorrer su barrio ofreciendo “bolitas y churrooooosssss”, para salir cuidándote necesitas un cubre bocas…
Ahora se escucha el silencio, luego de que a las dos y media de la tarde la sirena de los bomberos te avisa que es hora de regresar al único lugar seguro que conoces, tu casa, desde las tres de la tarde te resguardas, te proteges, te cuidas.
Hubieron hisopados que se enviaron a estudiar (todos dieron negativo) hay un solo ingreso a la ciudad, te controlan-cuidan cuando entras, te controlan-cuidan cuando salís, aquí se siente, y muy fuerte el abrazo amoroso de quien (aún sin conocerte) se pone en tu lugar de vulnerabilidad y se acerca y te acerca aquello que necesitas, una manta para envolverte, una vianda para calentar la panza y así soportar el frío que se acerca a paso sigiloso, una cama porque se te incendió la casa, ahora, si, justo ahora, con la amenaza acechando.
Te lo repito, no lo hubiese creído antes, pero ahora, como si sonaran las notas de una sinfonía acompasada, hay voces que susurran (no se necesita subir la voz, cuando responden a un llamado de auxilio), hay seres anónimos, muchos, que saben escuchar, saben acompañar, saben estar, saben dar, saben recibir y compartir, saben que el “otro” mañana, puedo ser yo.
Cuando en una sociedad todos tienen lo básico garantizado y si no fuese así, se interviene para que así sea, cuando en este lugar de la costa nadie va a la playa (que sigue siendo hermosa, como siempre lo fue) porque sabemos que extremando cuidados todos vamos a seguir estando bien, cuando supero mis ganas y deseos personales por el cuidado del bienestar general, cuando cada uno se preocupa de ver en qué puede ayudar, hay una sociedad que está madura, que es generosa, que es humanamente sabia, inteligente, porque no se hace la desentendida, porque no culpa a nadie de lo que pasa, porque asume sus propias responsabilidades con altura, es una sociedad en la que me gusta vivir, es una sociedad en la que elijo vivir y es una sociedad en la que quiero seguir viviendo.
Y todo esto no me lo contaron, es el día a día geselino, lo estoy viendo. Y doy mi testimonio.
Ahora el silencio no es tan ominoso, ahora el silencio hace ruido, como la esperanza.
(*) Comunicadora.