Notas

¿Cuerpo erótico, Cuerpo político?

Por: Daiana Yovan Si hoy nos preguntamos en donde quedo nuestra animalidad, podemos ver que se encuentra enajenada por la razón civilizada, extraída y alejada de nuestro yo más íntimo. Nos hemos trasformado en sujetos vulgarmente instruidos, anulando todo modo de éxtasis, toda exaltación por nuevas sensaciones. El vacío existencial nos ha ahogado en el mar más profundo, hundido en el desierto árido e impenetrable, somos esclavos al servicio de la cabeza. Al fin y al cabo somos simples trabajadores, por y para el empleo.
Encontramos en el campo del erotismo una fascinación, un hacer que se proyecta desde lo más profundo del ser, que se hace real en las intensas expresiones corporales provocadas. El Erotismo es corporal, es la danza que se escapa de la razón, es ser sin pensar, explorando los mayores placeres que el hombre puede experimentar.
Hay una parte de nosotros que aún funciona sin la conciencia plena, que nos pasa desapercibido, que funciona en un nivel inconsciente. Pero la transgresión no consiste en un conocimiento inconciente de las normas, sino por el contrario es una necesidad palpable por la transgresión de las estructuras sociales.
Esta es la esencia misma del erotismo, a saberse el goce más allá del goce físico del sexo. Se trata del placer por la transgresión misma. La transgresión no pertenece a lo racional, pero tampoco la prohibición nace de la Razón sino del sentimiento de aversión hacia aquello que nos aterroriza. Así, no es que la prohibición nazca de la Razón, sino al revés: la Razón nace de la prohibición: la Razón es sólo un modo de pensamiento que se opone al pensamiento caótico: se trata de pensar como si la muerte y el caos no existieran o, en todo caso, fueran anomalías. La Razón es, en cierto sentido, irracional.
Somos seres incompletos, discontinuos. ¿Cómo puede el sujeto salirse de ese estado de discontinuidad?, ¿Podemos encontrar una salida en el Erotismo? La Erótica permite al ser erótico continuarse, en oposición a la discontinuidad que lo caracteriza en cuanto ser humano: somos discontinuos porque estamos escindidos del otro, somos discontinuos porque entre uno y los demás hay un inmenso abismo, la no reciprocidad, el desencuentro, la soledad y la no unicidad nos alcanza. Su nacimiento, muerte y hechos propios de su vida sólo a él le interesan, sólo él nace, sólo él muere. Pero el ser anhela la continuidad, le agobia la individualidad y el abismo que lo separa del otro, siente deseo de fusionarse, de ser uno en el otro.
La gracia del erotismo consiste en anunciar, el dejar entrever, el juego de sombras cayendo al abismo, a través de la propia disolución de las mismas. Vulnera nuestra intimidad, desnuda nuestro yo completo. Y la mostración de la intimidad más absoluta, es el acto de ser soberanos. Afirmar que estamos vivos, afirma la sonrisa de sentirse seducido, la posibilidad de trascender estructuras. Terreno de invención, de creación permitiéndonos fantasear, imaginar y materializar nuestra parte enajenada, liberar los más suspicaces sentimientos, remotos para el ser cotidiano.
¿Pero es realmente posible la existencia de este hombre soberano y todas las características que este conlleva? La independencia total del hombre es imposible, los vínculos lo constituyen en cuanto interdependencia ¿aún así, esta no nos somete a una servidumbre, a la subordinación?
El poder también es erógeno, resulta un fenómeno excitante Los discursos dominantes promueven, transmiten y aseguran los modelos de normalidad como imperativos. Estos entran en el cuerpo, se difunden por este y se reproducen, estamos impregnados de imperativos del ser. El miedo es impuesto de múltiples maneras, el miedo al deseo, y el miedo al encuentro con el cuerpo del otro.
Podemos concluir entonces que placer sexual genera política, por ser una estructura erógena, el par opresor-oprimido constituye un punto clave en la vida social y en las relaciones de poder, toda relación con el otro estaría marcada por esta erogenización. Lo excitante de estos roles hace a este par extensible hacia las formas políticas y sociales de las jerarquías y del dominio. Cabe preguntarnos ¿Existe una naturaleza sexual en la forma de autoridad?

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diciembre 3rd, 2012

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